jueves, 31 de marzo de 2011


JULI´k

Desde tiempos inmemoriales las cuevas fueron un espacio especial para el hombre prehistórico, habiéndolas utilizado inicialmente como refugio donde podía guarnecerse de las inclemencias del tiempo y eventualmente contar con un suministro permanente de agua. Con el concurso del tiempo y el surgimiento del shamánismo, estas adquirieron la connotación de lugares sagrados. Dentro de la cultura Maya y de acuerdo al Popol Vuh, es el lugar del inframundo, residencia de los dioses: Xibalbá.

Hoy día introducirse en una cueva no deja de ser un trabajo intenso, cargado de cierta expectativa inquietante y con cierta carga de peligro. No obstante; durante la temporada de campo del Proyecto Cancuen, valga hacer mención que este proyecto ha sido uno que contempló en su plan de trabajo el componente de la investigación de cuevas en busca de pinturas rupestres; independientemente de los proyectos específicos más recientes desarrollados por A. Stone, J. Brady, G. Rex Walters, M. Garnica, E. Robinson, J. Carpio, L. Pérez y S. Ericastilla, así como A. Ichon. Este último, reporto aspectos pictográficos rupestres, dentro de sus prospecciones el hallazgo de varias manifestaciones gráficas en el altiplano guatemalteco.

Fue durante el verano de 2003, durante la respectiva visita de supervisión del Proyecto Cancuen, que el autor tuvo la oportunidad de ser conducido por el arqueólogo Brent Woodfilld a la cueva de Juli’k, la cual se encuentra en el Municipio de Chisec, Alta Verapaz. La cueva se encuentra a inmediaciones del Arroyo Semcoch y próxima a un sitio arqueológico no registrado.

Juli´k presenta evidencias de haber funcionado como un lugar de culto. Como toda cueva su interior es bastante accidentado y húmedo, no deja de tener ciertos escabrosos pasajes que exponen al visitante a correr más de un riesgo. La cueva se divide en dos ramales y fue mapeada por el equipo de arqueólogos del Proyecto Cancuen. Al fondo de uno de los dos ramales se encuentra un conjunto de pinturas realizadas a carbón. Uno de ellos presenta un conjunto de rayas verticales así como a poca distancia se encuentra otro de rayas horizontales. A decir de Woodfill, las rayas verticales son indicativas de que abajo se encuentran más representaciones graficas y que las líneas verticales son indicativas de que a sus laterales existen otras representaciones graficas, lo cual in situ no se pudo confirmar.

De los pocos grafismos que se pudieron apreciar se evidencia la figura de un saurio (Fig. 1), el cual es posible relacionarlo con la representación del dios D, el cual dentro de la teogonía maya es representado en forma de saurio. Thompson (1979) refiere que era una forma de representar al dios Itzam Ná o Itzamná, aun cuando él mismo Thompson duda de la representación reptillilinia de esta deidad, del que se dice era consorte de la diosa Ixchel conocida también como la diosa lunar. De esta se dice que inventó el telar y está íntimamente relacionada con el parto y la pintura. Al igual que Itzamná guarda estrecha relación con el elemento agua. Es de hacer referencia a lo postulado por Robinson (2001) al referirse a una ofrenda propiciatoria que fuera descubierta al realizar un pozo de sondeo justo abajo de un grafismo rupestre en el sitio La Casa de Las Golondrinas, de la cual indica: “Una probable referencia de esta ofrenda puede ser la anciana lunar, que aparece en el Códice Madrid”. Quien escribe presentó en el mes de mayo 2010, la fotografía tomada de la publicación de Villacorta (1979) del Códice de Dresdén de una anciana que responde a las características descritas por Robinson y que respaldan su acertada teoría. (Fig. 2)

Morley (1975 p. 215) ilustra las características de ambas deidades y comenta que lejos de tener un atributo alegórico que se asemeje a una iguana, parte del tocado de la diosa Ixchel está compuesto por la figura de un ofidio, como se puede apreciar en la figura anteriormente citada.

En el código de Dresdén, en las primeras paginas, se aprecia la figura de un ser a semejanza de un saurio de cuerpo escamoso, con las fauces abiertas de las que emerge la cabeza que Villacorta identifica como el dios D o sea Itzamná (Fig. 3)

En el Códice Madrid (Villacorta 1977 P. 383) se refiere a Itzamná realizando un tejido, labor exclusiva de la mujer. A la vez se puede apreciar que el referido personaje es representado con el tocado compuesto por un ofidio y se puede apreciar claramente que se trata de Ixchel dada la representación de prominentes pechos. No obstante Villacorta lo identifica como dios D, acompañada del dios B, el cual es bien sabido que el dios D identifica a Chac como dios de la lluvia y el dios B identifica al dios de la muerte. Esta observación conduce a cierta confusión (Fig. 4), no se debe de obviar que los dioses mayas en ciertas ocasiones solían ser representados en ambos sexos.

Independientemente de los grafismos aludidos se pudo apreciar otras dos figuras. Una de ellas por lo anteriormente relacionado con las deidades Itzamná e Ixchel que aventuradamente y de forma muy arriesgada se podría decir que responde a la garra de una iguana (Fig. 5).

La tercera imagen posiblemente refleje los rasgos de un rostro entópico; pero aun así los rasgos no se pueden considerar como los característicos de la etnia maya (Fig. 6). Por lo que una la mejor interpretación se deja al criterio de futuros investigadores.

Bibliografía

La Civilización Maya. Morley, Sylvanus G. 1975. Fondo de Cultura Económica, México.

Informe Final del Proyecto Arqueológico del Área Kaqchikel, Temporada Julio-Septiembre del 2000. Robinson Eugenia, Gene Ware, Marlen Garnica y José Francisco Aguayo. Informe presentado al Departamento de Monumentos Prehispánicos y Coloniales del Instituto de Antropología e Historia de Guatemala.

Historia y Religión De Los Mayas. Thompson. E. 1979. Editorial Melo S. A. México.

Códices Mayas. Villacorta J. A. Carlos A. Villacorta. 1976. Tipografía Nacional de Guatemala.