lunes, 4 de julio de 2011


EL PARADIMÁTICO CASO DEL SITIO LAS CONCHITAS

Durante el verano de 1999 El departamento de Monumentos Prehispánicos del Instituto de Antropología e Historia de Guatemala, fue notificado del hallazgo de cuatro esculturas talladas en piedra. Con el propósito de verificar el hallazgo se destacó una comisión encabezada por quien escribe, un dibujante y se invitó al arqueólogo Juan Luis Velásquez para que acompañar a la delegación. El hallazgo se realizó en la Finca Las Conchitas en el Municipio de Coatepeque, Quetzaltenango, Guatemala.

Lamentablemente, cuando la comisión arribó al lugar del hallazgo, las esculturas habían sido removidas de su lugar, habiéndose perdido todo vestigio de su contexto original, al momento de arribar al lugar del hallazgo solamente se encontraron tres esculturas y un megalito de forma rectangular. Posteriormente, pese a algunos inconvenientes, se logró recuperar una cuarta escultura.

Dado el caso que la remoción de tierras obedecía a una labor urbanística, en el zanjeo destinado al drenaje de aguas servidas, se detectó una plataforma de baja elevación y forma rectangular, compuesta de piedra bola y algunos tiestos que Velásquez (2000) identificó como correspondientes al Periodo Preclásico Tardío (250 a D. – 250 d. D.), por lo que se consideró que la plataforma pudo haber funcionado como área ceremonial o bien la misma funciono como habitáculo del shamán, o “Guardián del Agua”.

Las esculturas fueron talladas en material basáltico, dos de ellas fueron poco elaboradas y se presentan un tanto carentes de rasgos que faciliten su identificación; pero están perfectamente pulidas. Por sus características propias se ha considerado que una de ellas sea la representación de un batracio (Bufo Marino. Fig. 1), los cuales siempre están asociados a la lluvia o bien al elemento agua, aun cuando difieren mucho en cuanto a la calidad de talle de las esculturas existentes en Kaminaljuyu, sitio en el cual se han detectado una buena cantidad de representaciones de estos especímenes que no dejan margen a una identificación errónea. No esta de más hacer la salvedad que el bufo marino es poseedor de la sustancia bufotenina (Furst 1994), también denominada bufotina, potente agente alucinógeno (Ericastilla 2003).

La esculturas más carente de rasgos que faciliten su identificación mide: 1.00 m. de largo por 0.23 m. de ancho y 0.32 m. de alto. Velásquez indica: “Es de forma circular, con cabeza exenta en su parte media…. se aprecia una línea incisa que muestra el contorno de la caparazón” indicando de esta manera que se trata de una tortuga, en la parte superior de lo que constituye la espalda se aprecia un pequeño cuenco de 0.6 de diámetro por 0.3 m. de profundidad (Fig. 2).

La tercera escultura es de forma elíptica, mide: Largo 0.90 m. Ancho 0.70 Alto 0.45 m. La parte superior es plana, presentando una ligera inclinación hacia la parte posterior. En la parte frontal se aprecian dos columnas verticales que enmarcan un zoomorfo de difícil identificación, da la impresión de ser una zarigüeya en estado exánime, sus extremidades al igual que su cabeza y cola cuelgan hacia abajo, por lo que da la apariencia más concreta de tratarse de un zoomorfo nonato (Fig. 3).

La cuarta escultura, es la más relevante y es la que ha dado lugar a pensar que el sitio responde a un espacio ceremonial, la escultura responde a un altar de prácticas rituales consagradas a la agricultura. La pieza es de forma ovoide y mide: Ancho 0.81. Largo 0.91 m. Alto 0.43 m. En la parte superior a manera de bisel se encuentran dos círculos tallados en bajo relieve que enmarcan 13 triángulos incisos y unidas entre sí, las cuales se asume que representan periodos de 20 días cada una, totalizando un ciclo de 260 días correspondientes al Tzolkin o “Cuenta de los Días” (13 x 20 = 260) conocido también como calendario solar (Fig. 4).

Es de hacer notar que esta representación de círculos y barras diagonales que conforman triángulos, se aprecian como uno de los motivos bordados en los cuellos de los Güipiles de varios trajes regionales del altiplano guatemalteco. En algunas ocasiones se le ha dado una connotación solar. En la fotografía se aprecia una anciana vistiendo una de las prendas aludidas, los zigzags que presenta en el pecho representa el elemento agua (Fig. 5).

En la parte frontal del altar, presenta la figura en alto relieve de un personaje que se encuentra sobre una banda sobre la que pareciera estar danzando, en la mano izquierda porta un objeto largo del que se piensa que es una coa, la mano derecha la mantiene alzada y aparentemente enguantada, como esparciendo semillas que al parecer porta en un fardo sobre su espalda en el que se aprecia el motivo U, dentro del cual se encuentra un círculo, el cual Piña Chan (1995) indica que dentro de la iconografía de la cultura Olmeca el motivo referido simboliza “cavidad con semilla” (Fig. 6).

Consiente que el hallazgo anteriormente expuesto no se puede enmarcar dentro del concepto de arte rupestre, el mismo reviste un carácter especial de presentación escultórica, que incluye grafías e íconos relativos a labores agrícolas, así como elementos que se encuentran asociados al elemento agua y un megalito sin esculpir, lo que hace considerar que se trata de un espacio sagrado dedicado a eventos propiciatorios conducentes a la continuidad de la vida,

El componente altar estela induce a pensar que el conjunto de evidencias presenta un complejo ceremonial muy temprano. El mismo se encuentra retirado de cualquier sitio arqueológico, pero conserva la constante del arte rupestre al encontrarse aislado y asociado a la rivera de un manantial del cual nace el arroyo San Francisco. Por lo anteriormente expuesto, el presente caso se expone como una disímil del patrón tradicional del arte rupestre propiamente dicho; pero que guarda ciertas características similares.

Durante el verano de 1999 El departamento de Monumentos Prehispánicos del Instituto de Antropología e Historia de Guatemala, fue notificado del hallazgo de cuatro esculturas talladas en piedra. Con el propósito de verificar el hallazgo se destacó una comisión encabezada por quien escribe, un dibujante y se invitó al arqueólogo Juan Luis Velásquez para que acompañar a la delegación. El hallazgo se realizó en la Finca Las Conchitas en el Municipio de Coatepeque, Quetzaltenango, Guatemala.

Lamentablemente, cuando la comisión arribó al lugar del hallazgo, las esculturas habían sido removidas de su lugar, habiéndose perdido todo vestigio de su contexto original, al momento de arribar al lugar del hallazgo solamente se encontraron tres esculturas y un megalito de forma rectangular. Posteriormente, pese a algunos inconvenientes, se logró recuperar una cuarta escultura.

Dado el caso que la remoción de tierras obedecía a una labor urbanística, en el zanjeo destinado al drenaje de aguas servidas, se detectó una plataforma de baja elevación y forma rectangular, compuesta de piedra bola y algunos tiestos que Velásquez (2000) identificó como correspondientes al Periodo Preclásico Tardío (250 a D. – 250 d. D.), por lo que se consideró que la plataforma pudo haber funcionado como área ceremonial o bien la misma funciono como habitáculo del shamán, o “Guardián del Agua”.

Las esculturas fueron talladas en material basáltico, dos de ellas fueron poco elaboradas y se presentan un tanto carentes de rasgos que faciliten su identificación; pero están perfectamente pulidas. Por sus características propias se ha considerado que una de ellas sea la representación de un batracio (Bufo Marino. Fig. 1), los cuales siempre están asociados a la lluvia o bien al elemento agua, aun cuando difieren mucho en cuanto a la calidad de talle de las esculturas existentes en Kaminaljuyu, sitio en el cual se han detectado una buena cantidad de representaciones de estos especímenes que no dejan margen a una identificación errónea. No esta de más hacer la salvedad que el bufo marino es poseedor de la sustancia bufotenina (Furst 1994), también denominada bufotina, potente agente alucinógeno (Ericastilla 2003).

La esculturas más carente de rasgos que faciliten su identificación mide: 1.00 m. de largo por 0.23 m. de ancho y 0.32 m. de alto. Velásquez indica: “Es de forma circular, con cabeza exenta en su parte media…. se aprecia una línea incisa que muestra el contorno de la caparazón” indicando de esta manera que se trata de una tortuga, en la parte superior de lo que constituye la espalda se aprecia un pequeño cuenco de 0.6 de diámetro por 0.3 m. de profundidad (Fig. 2).

La tercera escultura es de forma elíptica, mide: Largo 0.90 m. Ancho 0.70 Alto 0.45 m. La parte superior es plana, presentando una ligera inclinación hacia la parte posterior. En la parte frontal se aprecian dos columnas verticales que enmarcan un zoomorfo de difícil identificación, da la impresión de ser una zarigüeya en estado exánime, sus extremidades al igual que su cabeza y cola cuelgan hacia abajo, por lo que da la apariencia más concreta de tratarse de un zoomorfo nonato (Fig. 3).

La cuarta escultura, es la más relevante y es la que ha dado lugar a pensar que el sitio responde a un espacio ceremonial, la escultura responde a un altar de prácticas rituales consagradas a la agricultura. La pieza es de forma ovoide y mide: Ancho 0.81. Largo 0.91 m. Alto 0.43 m. En la parte superior a manera de bisel se encuentran dos círculos tallados en bajo relieve que enmarcan 13 triángulos incisos y unidas entre sí, las cuales se asume que representan periodos de 20 días cada una, totalizando un ciclo de 260 días correspondientes al Tzolkin o “Cuenta de los Días” (13 x 20 = 260) conocido también como calendario solar (Fig. 4).

Es de hacer notar que esta representación de círculos y barras diagonales que conforman triángulos, se aprecian como uno de los motivos bordados en los cuellos de los Güipiles de varios trajes regionales del altiplano guatemalteco. En algunas ocasiones se le ha dado una connotación solar. En la fotografía se aprecia una anciana vistiendo una de las prendas aludidas, los zigzags que presenta en el pecho representa el elemento agua (Fig. 5).

En la parte frontal del altar, presenta la figura en alto relieve de un personaje que se encuentra sobre una banda sobre la que pareciera estar danzando, en la mano izquierda porta un objeto largo del que se piensa que es una coa, la mano derecha la mantiene alzada y aparentemente enguantada, como esparciendo semillas que al parecer porta en un fardo sobre su espalda en el que se aprecia el motivo U, dentro del cual se encuentra un círculo, el cual Piña Chan (1995) indica que dentro de la iconografía de la cultura Olmeca el motivo referido simboliza “cavidad con semilla” (Fig. 6).

Consiente que el hallazgo anteriormente expuesto no se puede enmarcar dentro del concepto de arte rupestre, el mismo reviste un carácter especial de presentación escultórica, que incluye grafías e íconos relativos a labores agrícolas, así como elementos que se encuentran asociados al elemento agua y un megalito sin esculpir, lo que hace considerar que se trata de un espacio sagrado dedicado a eventos propiciatorios conducentes a la continuidad de la vida,

El componente altar estela induce a pensar que el conjunto de evidencias presenta un complejo ceremonial muy temprano. El mismo se encuentra retirado de cualquier sitio arqueológico, pero conserva la constante del arte rupestre al encontrarse aislado y asociado a la rivera de un manantial del cual nace el arroyo San Francisco. Por lo anteriormente expuesto, el presente caso se expone como una disímil del patrón tradicional del arte rupestre propiamente dicho; pero que guarda ciertas características similares.