lunes, 24 de mayo de 2010


LA CAS DE LAS GOLONDRINA

El romántico nombre de “La Casa de Las Golondrinas”, responde a una de las galerías de arte rupestre más grandes de Guatemala, grande en el sentido de la formación geológica que las soporta, así como por la casi incontable cantidad de grafismos que presenta.

El sitio se encuentra ubicado en las faldas del Volcán de Agua, en el Valle de Panchoy, Departamento de Sacatepéquez. El mismo está conformado por un largo y alto risco basáltico el cual serpentea la rivera del Río Guacalate por cientos de metros.

El Proyecto Kaqchikel, dirigido por Eugenia Robinson Ph.D. y Marlen Garnica Ma. (2001) quien conjuntamente con un buen número de arqueólogos, fotógrafos y asistentes, son las personas que más y mejor ha investigado y documentado el sitio en cuestión. Habiendo reportado 105 grafismos más 570 imágenes multi-espectrales. Si bien el Proyecto de Registro de Arte Rupestre de Guatemala 1997, estuvo de paso por el sitio, solamente se concretó a observar las pinturas.

Con anterioridad Ericastilla Godoy en varias ocasiones había visitado y fotografiado las pinturas más sobresalientes del sitio. Durante estas visitas se pudo verificar que ciertas pinturas que se encuentran en lo alto del risco son perceptibles solamente en ciertas horas y meses del año, circunstancia que pudo haber sido motivo de un espectáculo publico y aprovechado por el shamán del grupo para hacer gala de su extraordinario poder.

A raíz de las frecuentes vistas al sitio, se pudo observar cómo las pinturas se están deteriorando de una manera acelerada, habiendo informado a las autoridades correspondientes del franco estado de deterioro que el sitio presentaba, el cual no solamente estaba siendo abandalizado por acción humana, sino que un fragmento de roca que contenía la impronta de una mano sufrió un desprendimiento de la pared del risco, la que actualmente se encuentra al pie del mismo. De igual manera como se puede observar en una fotografía (arriba), el agua ha empezado a filtrarse por las grietas de la roca, formando una concreción de minerales sobre una de las más gráciles pinturas del sitio, la que está acompañada de un “peine” motivo que se repite dentro de la iconografía Maya y otras pinturas rupestres, mismo que se considera propio del Fenómeno Entópico, aparte de ser muy arcáico.

Robinson informa que el sitio presenta una ocupación que inicia desde el año 1000 a. C. hasta el momento de la ocupación española. Como es lógico suponer, el área circundante ha de haber tenido una larga ocupación y compleja implicación político-religiosa, dado el caso que el área para la los años anteriores al siglo XII no se encontraba ocupada por la etnia Kaqchikel, la cual ingresa a Guatemala proveniente de México aproximadamente a inicios del siglo XIII, permaneciendo en el área hasta nuestros días.

Independientemente de lo anteriormente expuesto, Robinson (2001 p. 9) realizó un singular descubrimiento al excavar un pozo de sondeo al pie de una de las pinturas, (fotografía - extremo superior izquierdo) representativo de la elite mexicana del Periodo Postclásico, identificado como el glifo Pedernal y Serpiente de Fuego, asociados al los números 8 y 12 respectivamente. En el calendario Azteca, Pedernal es un portador de año “y ocho Pedernal puede identificarse con los años 1448 ó 1500” Stone (1999). De nuevo Stone hace la observación que Serpiente de Fuego no es un día del calendario Azteca, pero que está presente en los calendarios de los Zapoteca y Xochicalco

En la fotografía anteriormente citada, se puede observar en el extremo derecho de la misma, una oquedad perfectamente circular, de las cuales existe una gran cantidad en las paredes del risco, las mismas han sido muy poco estudiadas, aún cuando en la práctica es muy usual en encontrarlas asociadas a otros bajo relieves, así como en ocasiones se encuentran sin contexto alguno. Se ha especulado que su propósito era el de captar agua de lluvia; pero este ejemplo nos indica que dada la posición vertical en que se encuentra, sería imposible que cumpliera tal función.

Retomando el aspecto de la excavación, inmediatamente debajo de esa pintura, a una profundidad de 0.60 cm. Se detectó una ofrenda ceremonial, la que presentó restos de carbón, un tendido de hojas, así como un manto de cal que cubría una vasija de 0.50 Cm. de alto correspondiente al tipo cerámico conocido en Guatemala como Balanya Ante, el cual según fechamiento cerámico corresponde al momento de transición (Periodo Prehispánico-Colonial).

En el interior de la vasija se encontraron 18 husos (malacates) fabricados de semilla de palma, de los cuales siete de ellos se encontraron con sus respectivos devanadores insertados en sí mismos, así como dos cuencos, un de ellos hecho de calabaza (Cucúrbita Pepa), así como un fragmento de tela. A la vez se encontraron dos navajas de obsidiana de la cantera de Ixtepeque, una de ellas sin huella de uso, la otra estaba cubierta de cal. Un elemento muy significativo es el hecho de haberse encontrado dentro de la vasija, dos femorales de pavo “trabajados”.

Es de hacer notar que la labor relacionada con los textiles siempre ha sido una actividad delegada generalmente a la mujer. Dentro de la cosmogonía Maya es la Diosa Lunar quien era responsable de los tejidos, nacimientos y se le asocia al color blanco. De igual manera continua relatándonos Robinson, que en algunas ocasiones la Diosa Lunar se encuentra representada en los Códices Mayas como aquella anciana proveedora de agua representada en el Códice de Desdén (ver fotografía extremo derecho). La anciana porta un cántaro del que vierte agua el cual es de igual en forma y tamaño del cántaro que fuera recuperado de la ofrenda en cuestión (Robinson 2001). Es de hacer notar que en este específico caso, la dualidad de pictograma-fuente de agua, se presenta un aspecto no considerado con anterioridad: pictograma Diosa lunar propiciadora de agua.

De los femorales de pavo se puede decir que en Cobán, Cabecera departamental de Alta Verapáz, para las festividades matrimoniales se acostumbra servir a los comensales, una sopa que es elaborada a base de pavo y el güipil “blusón” de la novia muestra la figura de varios pavos, así como en muchos otros textiles de diferentes etnias de Guatemala, el cual representa fertilidad y abundancia (ver abajo fotografías en Fenómeno Entópico. Marzo 5). Como ha quedado demostrado, la excavación es un componente de la investigación del arte rupestre que viene a complementar lo que no esta representado en la roca.

CONTINUA.

domingo, 23 de mayo de 2010


CONTINUACIÓN:

Dentro de las múltiples grafías que se pueden observar en La Casa de Las Golondrinas (dibujo derecho), se encuentra un pequeño conjunto de pinturas dentro del cual se encuentra lo que ese ha considerado la representación de una mariposa, huellas dactilares y tres extraños símbolos de los cuales, uno de ellos es exactamente igual a otro grafismo que se encuentra en la parte superior del abrigo rocoso que cobija al grueso de todas las pinturas del sitio El Encanto (del que se hablará más adelante). Este pequeño ícono se podría decir que es exactamente igual, con la pequeña diferencia que en El Encanto, el mismo se encuentra invertido. Por encontrarse el mismo sobre el abrigo rocoso, a manera de friso, pareciera ocupar un lugar preponderante al igual que la representación de lo que aparenta ser una mariposa, que conforman el mismo complejo pictográfico que el de Las Golondrinas. En un espacio más apartado también se encuentra un conjunto de huellas dactilares, así como improntas de manos, lo que no es extraño en cualquier complejo de arte rupestre, pero el hecho de encontrar los mismos grafismos, en diferentes lugares induce a pensar que no son simples figuras echas al azar por aventurado que esto sea, se consideran códigos establecidos que en determinado momento encerraban un mensaje concreto.

“Pero por que sus figuras y caracteres no eran tan suficientes como

nuestra escritura y letras, por eso no podían concordar tan puntualmente

en las palabras, sino solamente en lo sustancial de los conceptos.”

Joseph de Acosta. Cronista siglo XVI.

lunes, 10 de mayo de 2010


LA PIEDRA DE AYARZA

El primer informe que se tiene de la existencia del sitio La Piedra de Ayarza, corresponde a Edith Ricketson quien lo visito en 1936, aun cuando se tenía conocimiento de su existencia desde el año 1915.

Las pinturas, trece en total, algunas de ellas casi imperceptibles, se encuentran ubicadas en las paredes de un abrigo rocoso no muy pronunciado, el cual se localiza en la rivera de la Laguna de Ayarza, Departamento de Santa Rosa. Guatemala. Su ubicación se caracteriza por la recurrente dualidad de pictograma y cuerpo de agua. La laguna de Ayarza no es más que una caldera de un antiguo volcán extinto.

En el momento de nuestra visita se pudo observar que el mismo responde a un lugar de culto vivo, el cual ha venido siendo motivo de veneración desde tiempos inmemoriales. Al pie de las pinturas se encuentran evidencias de una fogata, envoltorios de copal, residuos de cera de velas de diferentes colores y corcholatas de envases de licor, todos ellos elementos propios de las ceremonias realizadas por los sacerdotes “mayas” contemporáneos.

Más de un pictograma sobresale por su policromía, caso no muy frecuente en el arte rupestre de Guatemala. Dentro de la misma galería puede apreciarse un personaje enmascarado, con las manos enguantadas y ricamente ataviado al estilo mexicano, propio del periodo postclásico. Simultáneamente, se aprecian una serie de círculos concéntricos de doble línea con un punto al centro.

Este elemento aparenta tener una connotación especial, pues de cierta manera pareciera ser el motivo sincrético de todo el sitio, dado el caso que lo podemos encontrar tanto sobre la cabeza del personaje anteriormente referido, así como sobre un zoomorfo sobrenatural indefinible por el estado de erosión en que se encuentra.

Como caso excepcional, es la representación de un pato, que en un principio pareciera ser solamente un circulo, el cual al momento de realizar el pictograma se aprovechó la exfoliación de la roca para definir la cabeza, el pico y ojo negro, el cual fue complementado con un círculo doble de color rojo, manteniendo la constante del punto al centro, habiéndole finalmente agregado las dos patas. Este zoomorfo en particular patentiza el buen sentido de la pintura rupestre como verdadero arte prehispánico